Habiendo ya concluido con todos los requisitos del túmulo, y habiendo puesto en relación las figuras, los reinos, las virtudes, los epitafios, los epigramas, su declaración y lo demás que queda dicho, resta decir la cera que se gastó en estas exequias, guardando como en todo lo demás el estilo de la verdad, como constará de los libros de los cereros que la dieron, que aun son vivos; y siendo ansí digo, que hubo de hachas amarillas grandes, hechas para este propósito de solo un pavilo, mil y ciento y noventa. Hubo de cirios amarillos de á dos libras y media cada uno, para los cañones de hoja de lata que quedan dichos, nuevecientos y noventa. Hubo de la dicha cera amarilla de á media libra cada una, seis mil ciento y cuarenta y cuatro velas, para los clérigos y frailes que hubo en las dichas exequias; con seis de á libra que hubo para los candeleros de madera. Hubo ciento y veinte codales, y seis velas blancas de á libra, y ocho muy grandes cirios blancos, para alrededor del túmulo adonde se puso el cuerpo, que pesaban á media arroba cada uno. Pesó la dicha cera quinientas y setenta y cinco arrobas y ocho libras: costó á la libra.
Hubo cuarenta y ocho hombres vestidos de luto en sus puestos señalados, para atajar el fuego, si sucediese algún desastre, con basijas de agua prevenidas, y una heringa grande cada uno para el efecto, por que la prevención vale mucho en casos semejantes.No wonder those flamboyant, spendthrift Cataloonies prefer them to the fun-hating Bourbons. Alicia Bazarte and Elsa Malvido's fascinating essay, "Los túmulos funerarios y su función en Nueva España", starts with a handy summary of European practice:
(Francisco Jerónimo Collado, Descripción del tumulo y relación de las exequias que hizo la ciudad de Sevilla en la muerte del Rey Don Felipe Segundo)
El cristianismo asimiló la costumbre romana de las piras. Pero la nueva religión sostiene como dogma la resurreción de los cuerpos para el juicio final, y la categoría del cuerpo como templo del Espíritu Santo 3 De modo que se hizo preciso transformar el ceremonial pagano, de tal modo que se sustituyó simbólicamente al cuerpo por un catafalco o ataúd vacio y, al fuego, por las fiamas de las velas. Se conservó, sin embargo, como uno de los peores castigos sentenciados por la inquisición la muerte pública por fuego y la dispersión de las cenizas por los cuatro vientos.
La recración de los túmulos o piras funerarias cristianas en Europa se remonta a la Edad Media. Las frecuentes pandemias, epidemias y endemias que entonces ocurrían daban lugar, a las más profundas reflexiones sobre el sentido de la muerte combinadas con vividas lecciones de mortalidad que dieron paso a las danzas macabras, desfiles de esqueletos y representaciones de calaveras y huesos.
La costumbre de los antiguos clérigos de llevar el cadáver a la iglesia para celebrar un oficio antes de la inhumación fue adopatada por un élite laica.
A fines de la Edad Media, este rito se generalizó llevando al cadaver con la cara descubierta a la iglesia, acompañado por un cortejo que entre más rico e importante había sido el personaje mayor era la procesión que lo seguia, simulando el triunfo de la muerte en su carroza llevándose un vasallo más.
Una vez realizada la inhumación, quedaba sustituyendo al cuerpo un féretro cubierto con una tela: el catafalco al que se rodeaba de cirios y antorchas a m anera de capilla ardiente, 6 como símbolo de vida eterna, por contraposición a las tinieblas de la eterna condenación. Era la petición expresada en el responsorio “lux perpetua luceat eis” (luzca para ellos la luz perpetua). Al principio, este ritual se realizaba sólo en el caso de grandes personajes, en el siglo XVI el catafalco fue objeto de un gran despliegue teatral de manifestaciones barrocas: incluir un retrato del muerto para que, los que permanecían cerca de él durante el duelo, elevaran sus súplicas a Dios específicamente por la salvación de su alma.
Más tarde, se sustituyó el retrato por una efigie de madera o de cera, y el ritual se prolongó para tener presente al muerto más tiempo. Fue entonces cuando el barroquismo amplió el ceremonial en el caso de exequias de reyes y nobles. Aquí encontramos ya dos elementos: el cuerpo ausente representado en el catafalco y el retrato o escultura. Posteriormente, el catafalco evolucionó al superponerle varias plantas arquitectónicas. Así se recreó una máquina o monumento de pavor rodeado de velas acompañados de solemnes ceremonias. La fábrica se convirtió en un concurso de diseñadores y el cortejo en una procesión espectacular que incluía música, cantos, rezos y sermones.
Estos túmulos fueron conocidos con diversos nombres: piras, máquinas de espanto o de pavor, fúnebres aparatos, máquinas luminarias, estufas, mausoleos, capillas ardientes o simplemente, monumentos.
Chorus: King of kings, and lord of lords, Hallelujah! Hallelujah! Hallelujah! Hallelujah!
De repente silencio, durante lo cual se oye a una abuela diciendo a su mejor amiga: Al Carles le voy a dar pollo rustido con patatas.
Chorus: Hallelujah!
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